Flandes - mas
“¡Bendigo a la Providencia por haberme transplantado a este país de fe y de costumbres viriles y cristianas! Necesitaba este terreno para que germinase mi vocación.” (NHV I/28r)
León Dehon pasa los años de 1855 hasta 1859 principalmente en Hazebrouck, es decir en los Flandes franceses. Aunque él admite no conocer ese país en profundidad, es importante, en lo que se refiere al crecimiento de Dehon, echar una ojeada a algunos elementos de ese aire que Dehon ha respirado mediante sus compañeros y sus profesores, sus vacaciones y viajes por los Flandes franceses. Este aire es sobre todo católico: “Si hay algo que es realmente cierto, es que las gentes del Norte son religiosas por naturaleza” -así introducía Pierre Pierrard un capítulo de su libro “La vida cotidiana en el Norte”-.
La imagen de Francia, tal y como la describe Dehon, contiene, pues, muchas observaciones correctas:
“Yo no conozco a fondo las costumbres de este país de Flandes donde pasé cuatro años, sin embargo he guardado de él preciosos recuerdos. Eran poblaciones francamente cristianas. Las familias allí eran numerosas, las costumbres regulares, la practica de la fe casi universal. La parroquia era viva, la iglesia estaba adornada, las obras eran muchas. Se honraba el trabajo y la cultura era admirablemente desarrollada y próspera. El trabajador de la ciudad tejía. Había poca miseria, a pesar de la gran cantidad de niños... La gente sólo hablaba flamenco, lo que le protegía de malas lecturas. Había numeroso clero, activo, devoto y gozaba de gran autoridad.” (NHV I/27r ss)
Para la evolución de León Dehon, el modelo típico del sacerdote flamenco ha jugado un papel importante, “ese clero del Norte, que está lleno de fe y que ama las almas.” (NHV I/13v) A partir de 1830 el número de sacerdotes aumenta constantemente en Flandes. Este clero, a menudo surgido de un contexto rural, “toma como modelo el ideal romántico del buen padre cuya vida está consagrada al servicio de los más débiles.” (Hilaire) Ultramontano, muy popular, numeroso y activo, políticamente conservador, comprometido en iniciativas de caridad, sin embargo, hasta finales del siglo XIX sin darse cuenta de los problemas estructurales provocados por la cuestión social.