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Durante toda su vida el p. Dehon fue un apasionado viajero. Cada vez que se le presenta la ocasión de descubrir nuevas localidades, países extranjeros, pueblos desconocidos, Dehon la aprovecha gustoso.
En la época del colegio de Hazebrouck y de estudios en París, aprovecha las posibilidades económicas de sus padres, más tarde, como fundador y superior general de la Congregación la extiende al mundo entero. Teniendo a penas trece años emprende su primer gran viaje, recorriendo el norte de Francia, Bélgica y llegando hasta Colonia:
“Toda era nuevo para mí, quedé maravillado al ver las rocas que bordean el Meuse … Iba de admiración en admiración, observaba, anotaba, era un preludio de mi vida de viajero… Estos recuerdos no se han apartado de mi memoria” (NHV I, 29v s.).
La mirada atenta a su entorno, su pasión por descubrir la novedad, su voluntad de conservar sus experiencias y transmitirlas a los demás, todo esto produjo una buena colección de escritos de viaje. Estos todavía hoy nos permiten acompañar al p. Dehon paso a paso durante sus viajes, e incluso disfrutar desde las orillas del Nilo del cielo nocturno de Egipto:
“Hay juegos de luces tan graciosos cuando el sol desciende detrás de esas altas densa fila de altos tallos. Se alarga con gusto la vigilia sobre el puente de cara a tan bello semillero de estrellas. Hace bien para meditar sobre grandeza y poder de Dios” (NHV III/83, 1865).
“El tiempo está tranquilo, la caña mece a lo largo del río. Los paseos son extasiantes: miles de pájaros unen sus voces para cantar al Creador; los juncos balancean sus penachos de plata; los tamarisco de flores rojas exhalan un perfume de miel; el azul del cielo enmarca este cuadro que se refleja en las aguas imaginarias del espejismo. Elevo mi pensamiento a Dios para alabarlo por tantas maravillas” (NHV III, 91, 1865).
Viajar es siempre para Dehon algo más que el placer de la distracción. Hacia el final de su vida, afirma:
“…para escribir y hablar de cuestiones sociales, hace falta haber visto mucho, hace falta saber comparar los regímenes sociales y la civilización de los diversos pueblos” (Souvenirs, 14.3.1912).
Pero todavía hay otra experiencia que está estrechamente vinculada a su actividad viajera: la visión de la naturaleza, la experiencia de la belleza es para Dehon una de las maneras más naturales y espontaneas de sentirse cerca de Dios. Así, escribe:«Me parece que la contemplación de la belleza deja el alma en orden, en la harmonía y en la paz, y la dirige hacia Dios» (NHV II, 14v).